Pasa el tiempo y se acerca el 7-O. Día tras día, semana tras semana aparecen, una tras otra, enormes pruebas de corrupción, ineptitud y clientelismo.
Desde el recital del ex-magistrado Aponte Aponte se ha puesto en evidencia que la justicia, en este país, está a la venta del mejor postor. La guerra que se desató en el penal de La Planta demostró sin lugar a dudas que el orden dentro de las instalaciones carcelarias lo imponen los criminales; los guardias apenas están allí para ser meros proveedores o simples intermediarios en negocios multimillonarios donde una comisión es probablemente mucho mayor que varios meses de sueldo. La presencia de armas de guerra, explosivos militares y munición suficiente para hacer frente a las “autoridades policiales” durante aproximadamente un mes no es sino la demostración irrefutable de que los “guardias” de la prisión son aún peores que los criminales allí “privados de libertad” puesto que ostentando uniformes e insignias que los acreditan como fuerzas que imponen el orden, sólo se venden al caos sin importar cómo puede afectar esto incluso a sus propias familias más allá del beneficio material que obtienen en el corto plazo.
Según el Banco Central de Venezuela las importaciones del Estado aumentaron, especialmente en los rubros de alimentación y agrícola. Es decir que la soberanía alimentaria es una farsa, que termina de caerse cuando el mismo presidente del BCV afirma que hay que aumentar la producción interna para combatir la inflación.
En el centro de este torbellino tenemos a un presi-ausente que ya lleva 50 días desaparecido en acción, cuya megalomanía y la cuerda de jaladores profesionales que tiene alrededor no le permiten declinar a su candidatura.
La Mesa de la Unidad Democrática tiene un candidato sacado de unas abrumadoras elecciones primarias que calaron profundamente entre las filas gobierneras, prendiendo una serie de alarmas en todos los niveles anunciando que el portaaviones se está hundiendo y que quien quiera salvarse tiene que estar al borde de la plataforma para saltar (la talanquera, citando al presi-ausente) y terminar de empujarlo al abismo con el salto.
Los Diosdadistas, los Rangelistas, los Jauistas, Los Maduristas… Todos y cada uno de esos grupos no son más que un reflejo tardío (puesto que aún no es visible) de la pelea entre pranes (líderes criminales) que se desató en La Planta cuando se supo que ese “cuartel de operaciones” sería cerrado y eliminado.
Ya veremos a los pranes rojos rojitos pelearse como hienas por la carroña, cuando una vez apostadas todas las esperanzas de continuidad caótica en la candidatura del ausente, el candidato se despida de una vez por todas y los deje colgando y sin opciones para el 7 de octubre.
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